Una vez sembrados, se han irrigado por los siguientes años, hasta haber alcanzado un desarrollo tal que puedan sobrevivir sin riego durante la estación seca.
La experiencia de la siembra de guayacanes reales en San Lorenzo ha dejado enseñanzas muy interesantes, entre ellas, el demostrar cómo la sombra de árboles adultos, de diversas especies, estimula en los primeros años el crecimiento de los arbolitos de guayacán real que crecen bajo su sombra.
Podría considerarse que la sombra tiene otro beneficio adicional: desestimula la excesiva ramificación, que se da en los arbolitos de guayacán real, cuando estos deben crecer totalmente expuestos al sol desde que son pequeños. Claro está, esto puede ser un tanto subjetivo, particularmente si se desea que el arbolito cumpla una función ornamental, en cuyo caso estas ramificaciones se constituyen en todo un atractivo.
Independientemente de los intereses y preferencias, en San Lorenzo, prácticamente la totalidad de los arbolitos de guayacán real debieron sembrarse totalmente desprotegidos ante la ausencia de árboles adultos que pudieran darles sombra, situación que llegó a ser crítica en el caso de los arbolitos más pequeños que se sembraron. De hecho, un porcentaje de los arbolitos sembrados -sin protección alguna contra el inclemente sol- obtuvo una tasa de crecimiento virtualmente nula, y otros llegaron a morir después de algún tiempo.
Asimismo, dadas las siembras realizadas en otros terrenos, hemos podido constatar lo bien que responde el guayacán real a suelos más sueltos -incluso arenosos-, y, bien drenados. Lamentablemente, en San Lorenzo se tuvo que lidiar con las condiciones existentes, las cuales ciertamente no son las idóneas: suelos sumamente arcillosos, y, mal drenados.